Definición.
La ansiedad es una respuesta normal a estímulos estresantes y nos ayuda a enfrentarlos mejor, pero cuándo la ansiedad es desproporcionada al estímulo o no se relaciona a estímulo alguno, hablamos de un trastorno de ansiedad. Las crisis de pánico son un tipo de trastorno de ansiedad caracterizado por un abrupto e intenso temor.
Síntomas.
Los síntomas son de inicio abrupto, habitualmente impredecibles y de corta duración. Los síntomas más comunes son:
- Intenso temor, ansiedad, angustia.
- Palpitaciones.
- Sudoración.
- Temblores.
- Dificultad respiratoria.
- Dolor torácico.
- Nauseas o malestar abdominal.
- Mareos, inestabilidad o desmayo.
- Escalofríos.
- Sensación de hormigueo o entumecimiento.
- Temor a perder el control.
- Temor a morir.
- Sensación de irrealidad o sensación de separarse de uno mismo.
- Llanto incontrolable.
Luego de pasada la crisis, las personas presentan, durante un tiempo prolongado, temor a nuevos ataques y suelen evitar los estímulos que creen que provocan los ataques.
Contexto.
Las crisis de pánico se presentan en el 1 al 4% de la población y aunque pueden ser el único síntoma, suelen ser parte de un trastorno más amplio como un trastorno de ansiedad generalizada o un trastorno ansioso depresivo o gatillado por consumo de sustancias o fobias.
Tratamiento.
A pesar de su intensidad, pocas veces las crisis de pánico ponen en real riesgo la vida del paciente, pero si provocan un gran deterioro en su calidad de vida y estabilidad emocional. Aunque suele ser muy difícil mantener el control de la situación durante la crisis, los ejercicios de respiración y relajación pueden ayudar. Afortunadamente las crisis suelen ser de corta duración. Cuando se presentan es importante pedir ayuda y acudir, si es posible, a un servicio de urgencias donde se instaurará un tratamiento oral y/o endovenoso para frenar la crisis. Luego de ello el profesional de salud evaluará si es necesario usar medicación para evitar nuevas crisis o tratar la patología que está provocando la crisis.